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miércoles, 16 de marzo de 2011

Una vida de crudos paisajes


El tiempo deambula ante mi tranquilad, sentado en fria madera de un banco viejo, comparto con el mi soledad. Mis ojos, coleccionistas de miradas a la triste luna. En esta superficie, bestias lloran a escondidas, por temor a aquel caballero, llamado amor y por mil vidas sufridas. El Tacto y olor de un fusil batallador. La elegancia de las rosas del asfalto les asusta, contagian sus seres y se apresuran sin control. Un corazón llora tras unas notas de piano, emociones vuelan entre su compás y siente la euforia entre sus manos. Cuando la oscuridad ilumina mis miedos, ansió los soles de media noche y los cielos serenos. Sueños, héroes entre la sombra, rescatan mis noches, roban mi alma y alejan las tinieblas. El eco de mis llantos vuela por los reinos de los vientos. En estos paisajes veo caballeros del pincel sin mundos que pintar. Musas sin senderos hacia el corazón e infinitos que divisar. Aprendí a leer, a escribir e incluso a utilizar armas que ni siquiera mis ojos podrían percibir. Me sedujeron las doncellas palabras que vestian el papel. Esquive frustradas espadas, cavalgué entre lineas sin tener un hermoso corcel. Los arboles, la danza de sus hojas y su silencio me alaban. Fiel viajero cuales pasos de plata. Veo dorados lazos, que atan alma con alma. Un misterio sera mi existencia. Soy como aquella estatua con piel de hojalata, a la cual le florecen los años, cuenta sus secretos a la eternidad y ni siquiera la muerte le delata. Y es que mi camino no se merece un adiós, en el cual piedras calladas me ofrecen su reverencia. Siempre fuerte, como un ágil vencedor.